Practicar cuando hay dolor

Como con todo ejercicio físico, con el yoga también corremos el riesgo de lesionarnos. Cuántas veces nos encontramos que después de un tiempo practicando aparecen dolores que antes no teníamos, como dolor lumbar, pinzamientos, sobreestiramientos, inflamación de tendones, dolor de rodilla o muñecas…

Lesionarnos es inevitable

Lesionarse es una pppp&%$*##@##*~$¬]!!!! porque a nadie nos gusta sentir dolor, rechazamos el dolor, creemos que hemos hecho algo mal, o somos débiles, nos frustramos por no poder hacer aquellas asanas maravillosas que antes hacíamos sin dificultad, nos entra el miedo de que el dolor vaya a más y nos montamos mil historias mentales que nos hacen entrar en un bucle de negatividad y que no sirven más que para poner palos en la rueda.

Aunque no nos guste, cuando la lesión llega aparece la parte más interesante de la práctica. Porque hasta que no nos duele algo no trabajamos con plena consciencia en el cuerpo. Porque no nos queda otra que ir más despacio, escucharnos más, estar más atentos, entender qué acciones nos van bien y cuáles no, en definitiva, el dolor nos ayuda a ampliar nuestra conciencia. Todo lo negativo encierra en sí una parte positiva (el yin y el yang), así que aceptemos y agradezcamos a las lesiones porque nos ayudan a avanzar y tener mayor conciencia de nosotros mismos.

El yoga es cuestión de mente

El yoga va de cómo nos enfrentamos a las dificultades que van surgiendo con la práctica. Como en la vida, cuando un problema aparece, podemos preocuparnos u ocuparnos. Podemos quejarnos, autocompadecernos, amedrentarnos o peor aún: dejar de movernos (eso sería dejar el problema de lado en lugar de hacerle frente para solucionarlo). O podemos ocuparnos. Poner todas nuestras cartas encima de la mesa para sanarnos: nuestra intuición, inteligencia, voluntad y pensamiento positivo. La actitud es el primer paso para enfrentarnos a la dificultad. Pasar a la acción es el segundo.

Vamos a ver qué herramientas del yoga podemos utilizar cuando tenemos una lesión, pero antes me gustaría comentaros algunas cuestiones básicas para prevenirlas.

Prevenir es curar

Os dejo algunos consejos para evitar caer en lesiones. Muchas son cosas de sentido común, pero se nos olvidan taaaaan fácilmente (el ego juega malas pasadas…)!!!, que vale la pena repasarlas.

  • Calienta los músculos antes de hacer cualquier asana más complicada. Haz una práctica progresiva y gradual, de menos a más. No tengas prisa, lo importante es disfrutar en el camino, no llegar a la meta.
  • Reconoce tus límites. Se trata de explorar tus límites, de saber dónde están en cada momento de la práctica, pero sin sobrepasarlos, quedándote un poquito por debajo. Sólo tú sabes dónde están tus límites. Ten cuidado con los ejercicios difíciles con los que puedas hacerte daño o frustrarte, pero tampoco te quedes en acciones tan fáciles que no puedas desarrollar todo tu potencial y te aburras.
  • Para cuando sientas dolor. Aprende a diferenciar entre dolor bueno y dolor malo. El bueno es el que te deja agujetas al día siguiente y el malo es el que perdura con sensaciones como pinchazos, inflamación o dolor articular. Cuando el dolor malo aparezca, sal de la postura inmediatamente. Un concepto principal en yoga es Ahimsa, no-violencia. Respeta tu umbral del dolor y cuida tu cuerpo, el “templo” que te permite sentir y experimentar.
  • Usa la respiración como guía. Cuando tu respiración es forzada, se agita demasiado, o simplemente el asana es tan difícil que no sabes ni cómo respiras, es síntoma de que estás haciendo demasiado. Si tu respiración es suave y prolongada, y sobre todo, gustosa, vamos bien.
  • No te compares. El yoga no es una competición, ni una demostración de la cantidad de contorsionismos que eres capaz de hacer. Cada uno con su cuerpo, su mente y su experiencia. Obviamente, si acabas de empezar, no pretendas hacer posturas que tu compañero de al lado, que practica cada día desde hace 10 años, puede hacer. Cuando aparezca tu ego y te susurre al oído: “venga, hazlo, no te quedes atrás, demuestra lo que puedes hacer”… simplemente no le hagas caso. Aprende a practicar con sinceridad y honestidad hacia ti mismo, no de cara a la galería.
  • Pon conciencia. Como dice uno de mis maestros, Angelo Cecchi, “se trata de poner mente al cuerpo”. Que la mente esté en cada uno de los músculos que movemos, en cada uno de los movimientos que hacemos, en cada respiración, porque cuando la mente se separa del cuerpo y se pierde en sus propias películas, es cuando vienen los problemas, no activamos donde debemos, tiramos de tendones y ligamentos en lugar de tirar de músculos, tiramos de cuello en lugar de tirar de piernas, tiramos de sobreesfuerzo muscular en lugar de dejar que la respiración guíe el movimiento… Recuerda que el yoga es una práctica de concentración de la mente usando el cuerpo como punto de anclaje.
  • Sé constante. Para sentir los beneficios del yoga (¡y evitar lesiones!), la práctica debe ser constante y alargarse durante un cierto período de tiempo (en yoga este concepto se llama Abhyasa y se define como “actitud de esfuerzo persistente para lograr y mantener un estado de tranquilidad estable. Para llegar a ser bien establecida, esto debe ser hecho por un largo tiempo, sin interrupción”). Machacarnos durante una semana seguida y después parar durante dos meses no sirve de nada. Propóntelo firmemente: por ejemplo, reserva para ti dos días a la semana y practica llueva, nieve o haga sol (no hagas caso a tu mente traicionera que te inunda de mil excusas). Hazlo durante un tiempo equis, 6 meses, 1 año, 2 años, 10 años…
  • No tengas prisa. Roma no se construyó en un día. El cuerpo es duro y la mente, terca. Ten paciencia contigo y disfruta del camino. Si te quitas la presión del “llegar a la meta”, dejas las expectativas a un lado y te relajas, llegarás antes. En yoga este concepto se llama Vairagya o desapego (“El compañero esencial es no-apego, aprender a dejar ir los muchos apegos, aversiones, temores y falsas identidades con que se nubla el verdadero Yo”). Un buen día, sin darte cuenta, estarás volando en el cuervo (bakasana), cuando tus brazos y tu abdomen se hayan fortalecido, tu equilibrio sea más preciso, tu cuerpo haya aprendido a trabajar en equipo y estés preparado para enfrentar el miedo a caer. El maestro aparece cuando el alumno está preparado.
  • Confía en tu intuición. La función del profesor es orientar, sugerir y mostrar para llevarte al máximo de tu capacidad. Pero eres tú el que debes decidir si continuar o parar en cada momento. Aprende a escucharte y a fiarte de tu propia intuición, encuentra tu maestro interior que te guíe hacia acciones eficientes e inteligentes, que te aporten el máximo beneficio con el menor esfuerzo. Sigue las indicaciones a tu ritmo y llegarás a tu destino.
  • Disfruta. Si disfrutas en las clases (a pesar del esfuerzo!), gozas cada respiración, saboreas cada movimiento y te vas a casa flotando, con una sonrisa, sintiendo que aunque se caiga el mundo, nada va a romper tu estado de paz y tranquilidad… ¡bingo! has llegado a tu objetivo. Sin gozo no hay yoga.

Si aún así, te has lesionado

Como decía al principio, lesionarse es inevitable, así que, cuando te sientas débil, cansado, dolorido o después de una lesión, pon en práctica estos consejos:

  • Pon en práctica todos los puntos anteriores
  • Adapta la práctica a lo que te viene bien en ese momento. Yoga es cambio. El cuerpo cambia, la mente cambia, la práctica tiene que cambiar también. Ralentiza, haz menos y más consciente (pon aún más mente en el cuerpo), usa los elementos que necesites para suavizar la intensidad o ayudarte (mantas, cinturones, blocs…), descansa entre postura y postura o mantén menos rato si lo necesitas. Es importante que no te quedes parado (a no ser que sea una lesión fuerte que te exija descanso), que continúes moviendo la zona, fortaleciendo, estirando y activando, pero adaptando, poniendo más conciencia. Incrementa la intensidad poco a poco, conforme te vayas sintiendo mejor.
  • Relaja. Es tan importante aprender a activar el cuerpo como aprender a relajarlo. Aprender a soltar, a aligerar las cargas, a vaciarnos para dejar entrar.
  • Descansa. Escucha lo que el cuerpo te pide (¡no la mente!) y permítete descansar, deja de practicar unos días o un tiempo (por ejemplo mientras remite una inflamación). Recuerda que el yoga no es solo práctica de asanas, podemos meditar, respirar conscientemente, hacer una práctica más restaurativa…

El yoga se inventó para liberarnos del dolor y del sufrimiento y alcanzar la felicidad. Seamos inteligentes y usemos las herramientas que nos ofrece para sanar, para crecer y para ser mejor persona.

Namasté.